6 de abril de 2009

Romeo y Julieta

La calma reinante en la plaza de san Zeno de Verona solo se veía interrumpida por los rápidos pasos de Michelle que, vestida para la ocasión, se dirigía a una fiesta de disfraces la noche de Halloween. Llegaba tarde.

Apenas había cruzado la mitad de la plaza cuando las campanas de la basílica que le daban nombre anunciaran la medianoche.

Michelle siguió andando en dirección ala fiesta, que ya habría empezado hacía rato, dispuesta a arrasar en el concurso de disfraces que se había organizado para aquella noche. Había elegido un ornamentado vestido de época de color azul y plata, manchado de tinta roja en el pecho, donde se había herido mortalmente después de ver a Romeo yacer sin vida a los pies de su falsa tumba. Era un original disfraz teniendo en cuenta la ciudad donde vivía. Iba a ser la única Julieta no-muerta de toda Verona aquella noche, y ser la única siempre le había encantado.

De hecho la basílica de san Zenon era el lugar donde, supuestamente, los dos amantes habían contraído matrimonio.

Un escalofrío le recorrió la espalda. Por un segundo pensó que se estaba burlando de los muertos, hasta que recordó que Romeo y Julieta solo eran unos personajes de ficción.

Estaba a punto de doblar la esquina hacia Vicolo Broglio, cuando una oscura silueta apareció ante sus narices.

A contraluz pudo distinguir la silueta de un hombre joven y alto que, a juzgar por el estilo de su ropa, iba disfrazado. El desconocido dio unos pasos lentos y silenciosos hasta que la luz de una farola le iluminó por completo.

Sus rasgos eran finos, de una belleza casi irreal, que se acrecentaba aún más por la palidez extrema de su piel.

Michelle reconoció su disfraz al instante.

-¡Menuda coincidencia!- dio unos pasos hacia él, confiada.- Parece que he encontradoa mi Romeo.

Michelle observó su disfraz con más detenimiento. Estaba muy bien logrado. El traje, incluso estaba manchado de polvo y tierra, como si acabara de salir de la tumba.

-¡Oh, Julieta! ¡Cuantos días de hastío y soledad he pasado! ¿Cuánto tiempo ha de aquellos días dichosos en que vos y yo llevamos a cabo tantas locuras por amor?

La chica se echo a reír. De verdad el chico se había preparado bien el papel. Incluso hablaba igual que el Romeo de la obra de Shakespeare.

-Oye… ¿Cómo te llamas?- preguntó. Se estaba planteando invitarle a la fiesta. Juntos ganarían seguro.

-Soy Romeo. Tu Romeo ¿Acaso no me recuerdas?- el desconocido suprimió la distancia que los separaba. Estaba cerca de Michelle, demasiado cerca. Se sentía acorralada, como la presa ante el cazador.

-Sí, vale tío. Está bien eso de que hables como en el siglo diecisiete y que tú vayas de Romeo y yo de Julieta, pero son solo disfraces, así que no te confundas.

El tal Romeo se llevo la mano al corazón y con gesto de dolor y voz compungida y lastimosa siguió con sus recargados y, posiblemente, ensayados discursos.

-Oh, ángel mío, ¿qué te han hecho para que olvides nuestro amor? ¿Quién te ha hecho creer que tú no eres tú y que yo no soy yo? La luz que brilla en tus ojos sigue siendo la misma y el amor que siento por ti es igual de grande y ardiente que antaño.

Michelle miró el reloj nerviosa. Aquel jueguecito ya no era divertido. El tipo no paraba de actuar como si realmente fuera Romeo.

-Mira…tengo que irme…me estas asustando con todas esas palabras y expresiones raras y anticuadas. Además, mis amigos me están esperando.

Romeo sonrió por primera vez en toda la conversación, dejando al descubierto unos afilados y blanquísimos colmillos. Michelle sintió miedo. Un miedo incontrolable e irracional que se apoderaba de ella cada vez más al oír las palabras de Romeo, impidiéndola mover un solo músculo.

-Veraz boticario… ¡Cuán equivocado estaba! ¡Vida eterna fue lo que me entregó! Una vida eternamente desdichada y llena de tinieblas sin ti, Julieta. Durante todos estos siglos he vivido…no, no he vivido. He estado igual de muerto que si hubiera estado enterrado a diez metros bajo tierra. Hasta ahora que te he vuelto a encontrar. Yo te entregaré la eternidad Julieta.

-¡Yo no soy Julieta!- chilló Michelle. Inexplicablemente estaba llorando. Con las palabras de Romeo, del verdadero Romeo, había comprendido qué era él en realidad. En qué se había convertido la noche que, según la historia, murió.

-Y yo no soy Romeo si eso es lo que quieres. Da igual el nombre que tenga una rosa, ¿verdad? Su olor sigue siendo el mismo y su aspecto no cambia. Y tú y yo somos los mismos en cuerpo y alma que cuando nos conocimos. ¿Qué importa como nos llamemos? Dime Amor si te complace…Julieta, mi Julieta.

-No…-susurró, mientras Romeo olisqueaba si cuello.-Por favor…- las lágrimas anegaban sus mejillas.

-Tranquila Julieta. Tan solo un simple dolor a cambio de una eternidad juntos… tú y yo. Una historia que Verona siempre recordará. Y tú serás la protagonista.

Lo último que sintió Michelle como humana fue un suave dolor punzante en el cuello, antes de abrir los ojos a la eternidad del vampiro convertida en Julieta.

Para siempre.

1 comentario:

Amylois dijo...

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